A PROPÓSITO DEL FRÍO

La bóveda

Sentir frío y mirar desde mi ventana las gotas de lluvia del otro lado del vidrio, una sensación de nostalgia me invade y hace que no quiera salir, prefiero acurrucarme entre las mantas oscuras que me protegen de este gélido y a veces angustioso clima. Dentro de mí también hay algo que se congela paulatinamente sin poder evitarlo.

Tengo cada rincón de este espacio debidamente protegido y es casi imposible que algún punto de este minúsculo y oscuro lugar haya quedado sin ser sellado, es como una bóveda que me protege de la inclemencia del tiempo. A veces creo estar preso, pero eso es absurdo, sé que puedo dejar en cualquier momento este maldito lugar, agarrar mis cobijas y largarme cuando yo lo quiera. Pero no puedo, el frío me detiene, me congela, y no hago sino observar el mundo, temerosamente desde mi ventana. Decir el mundo es exagerar, solo veo el otro lado desde mi ventana, un camino oscuro sin final oculto por decenas de árboles decrépitos que se asemejan a enormes y monstruosos animales que aguardan a su presa en la quietud aterradora de la opacidad.

Siento miedo de salir, de quedarme, de estar aquí dentro y morir torturado por mis miedos absurdos, es entonces cuando creo que lo mejor es dormir, olvidarme de todo y dormir, soñar con paisajes jodidamente iluminados y cercanos.

Hace mucho que llegué a este lugar y aun no he podido descifrar a que diablos vine, sé que llegué aquí huyendo de algo, pero aun no sé de que, eso es algo que hace mucho tiempo olvidé y por más que lo he intentado recordar creo que jamás lo voy a hacer.

Siento frío, y no sé que hora es, todo el tiempo esta oscuridad me consume, me atormenta. A veces siento pasos y me acerco sigilosamente a mi ventana, pero solo puedo ver las gotas de la lluvia cayendo eternamente como un llanto inconsolable y voy corriendo a cobijarme, a quedarme quieto y esperar que todo concluya de una vez, a ver si cuando despierte, este maldito frío de mi cuerpo se haya ido para siempre, para siempre…

CESARVILL