martes, 29 de junio de 2010

SALÓN DE BELLEZA - MARIO BELLATIN


PLAN LECTOR
Tercer año de secundaria


MARIO BELLATIN


Escritor mexicano nacido en México DF. De padres peruanos, estudió Teología y Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima. En Lima publicó sus primeras novelas, Mujeres de sal (1986), Efecto invernadero (1992), Canon perpetuo (1993), Salón de Belleza (1994) y Damas chinas (1995). Más tarde viajó a México, dónde edita, Poeta ciego (1998), Salón de belleza (1999), El jardín de la señora Murakami (2000), Flores (Premio Xavier Villaurrutia, 2002), Perros héroes (2003) y Lecciones para una liebre muerta (2005). Ha sido director del Área de Literatura y Humanidades de la Universidad del Claustro de Sor Juana y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de México. Considerado como un novelista experimental, sus novelas plantean un juego lúdico entre realidad y ficción, con ninguna referencia biográfica, matizados con protocolos apócrifos, crónicas, biografías o documentos científicos, provocando así situaciones inverosímiles e incluso graciosas. Es además autor de la obra teatral Blackout.


Salón de belleza


En Salón de belleza se cuentan tres historias: la de un peluquero travesti en la fase terminal de una enfermedad que no se dice cuál es, pero que, por los síntomas y el contexto, se supone que es el SIDA; también es la historia del Moridero y de los acuarios. Narrada en primera persona, las historias se vuelcan, poco a poco, cada vez más a priorizar ciertos espacios (el espacio del cuerpo decrépito del peluquero, el espacio de los acuarios descuidados, el espacio de la peluquería convertida en Moridero). El Moridero, que es un sitio adonde van a morir las víctimas de esta innombrable peste, se convierte en la gran metáfora de un mundo decadente, en el que las reglas inventadas por el peluquero están regidas por la resignación, por la inminencia de la muerte y por la indiferencia de hallarles una justificación trascendental.

Como metáfora de la vida que se extingue, atacada por un mal incurable, están las peceras, a las que el peluquero les brinda tanto cuidado como a los desahuciados. Para el protagonista no hay mayor diferencia entre ambos, no hay una jerarquía de tipo moral entre estas criaturas a las que sólo se limita ver cómo van perdiendo su belleza. Todo lo hace sin ningún cuestionamiento moral. La evolución del mal en los enfermos, a quienes desinteresadamente, altruistamente, ayuda a sobrepasar la agonía y no morir solos, se canaliza en él, atacado también por la enfermedad, no directamente sino a través de los peces.


Es así, que en los espejos de la peluquería parece ser que el travesti peluquero es el único que no se refleja. La enfermedad en él es vista por medio de la belleza moribunda de los peces. Los peces simbolizan la belleza de la vida y, a su vez, la encarnación de la muerte. Todo está siendo atacado por el mal, la peluquería, los cuerpos de las víctimas humanas, el agua de las peceras y los peces. La corrupción es inevitable y está generalizada.


La razón del peluquero travesti de ayudarlos a morir decentemente, “para morir en compañía”, es una razón más que ética, estética. De ahí que no acepte la compasión cristiana de las monjas por un lado, y de ahí también, por otro, que tenga el rechazo de los vecinos del barrio. Aceptar la ayuda de las monjas sería darle una finalidad al Moridero que él considera inútil. Una finalidad cristiana, de creer en un más allá, o peor aún de darle la falsa ilusión a los pacientes de la posibilidad de un milagro de curarse. El peluquero lo entendió así al principio, cuando quiso rescatar de lo inevitable a un enfermo: “Hicimos algunas colectas entre los amigos para comprar las medicinas, que eran sumamente caras. Todo fue inútil. Más fue el desgaste físico y moral que aquel tratamiento le causó al enfermo como a los que estábamos alrededor. La conclusión fue simple. El mal no tenía cura.”


Lo que lo motiva, entonces, es la misma razón que tiene para seguir criando peces en una peluquería que ya ha perdido su original función. El travestismo o el maquillaje es su arte y la manera de enfrentar a la muerte, de ocultar el dolor. La vida es belleza para el peluquero, y la belleza es lo contrario al dolor y al sufrimiento. No le preocupa que la muerte sea el fin, sino la manera como llega, la manera de hacer horrible lo que antes era bello. Por eso cree que puede vencer a la muerte quitándole a ella (ocultándola mejor dicho) todo el dolor posible y su sufrimiento.


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