lunes, 31 de enero de 2011

Hugo Salazar Chuquimango - Primera exposición individual



“Entumecido por la vigilia” es la primera exposición individual de mi amigo Hugo Salazar Chuquimango como parte del premio XII Salón Nacional de Pintura Icpna 2010. La muestra va de martes a domingo, desde el 20 de Enero hasta el 27 de Febrero del presente año. Es una ocasión más que oportuna para conocer la maravillosa obra de este gran pintor. A continuación reproduzco una nota tomada de “El Comercio” (Sábado 29 de Enero del 2011) hecha por Gonzalo Galarza Cerf sobre esta individual y sobre su creador.


CRÓNICA. EL SURREALISMO EN VIGILIA

Pintar los sueños despiertos

Gonzalo Galarza Cerf

El vigilante camina de un extremo a otro del barco. Solo. De proa a popa, su vista registra el piso de madera, redes, cabos, otras embarcaciones a los lados, y el mar, ese océano que veía como algo inmenso desde su casa en Ventanilla. Durante doce horas. De 7 p.m. a 7 a.m. Durante 365 días del año. A veces, se sienta y su mirada baja la guardia, pero su mente no. ¿Para qué estoy aquí, en este mundo?, se cuestionó una madrugada ante el horizonte. Y de pronto se vio de niño, siendo valorado y estimado por ser buen dibujante. “Voy a retomar el don que tenía, aunque será bien difícil volver de cero”, se respondió a sí mismo. Y en ese momento sintió como si fuese otro. Aunque aún permanecía anónimo, cubierto bajo la niebla en el puerto del Callao, donde trabajaba en ese tiempo.

“Estaba en el anonimato. Después del premio obtenido con el cuadro a mi mamá me fue muy bien. A partir de allí he tenido propuestas”, dice el vigilante 9332, su código de Prosegur, que obedece al nombre de Hugo Salazar Chuquimango. A sus 30 años, acaba de inaugurar su primera exposición individual, “Entumecido por la vigilia”, como parte del premio XII Salón Nacional de Pintura Icpna 2010, que lo dotó con 5 mil dólares. Ahora ha ingresado al mercado del arte y sus cuadros, dependiendo del formato, están valorados entre 300 y 2.500 dólares. Y ya vendió algunos.

Si para algunos creadores mostrar su trabajo es como desnudarse ante el público, para Salazar es como si se quedara sin su revólver, desarmado. En sus obras aparecen sus obsesiones, esas que afloran y perturban cuando está en vigilia y lucha contra el sueño, entumecido. Allí están los barcos y el universo marino, la vigilancia y sus temores como guardián, la sexualidad y sus deseos reprimidos, su sentido de justicia. Todos bajo la influencia de Dalí y El Bosco. Todos, con esa carga sombría, a veces descarnada, propia de una madrugada densa y solitaria, que es cuando aparecen esas imágenes que terminan plasmadas en cuadernos a modo de bocetos.

“En los barcos sentí mis primeros síntomas de ese estado de vigilia: todas las cosas del inconsciente aparecen en la mente y disocias todo lo que sueles ver”: así explica Salazar su proceso creativo. Quizá eso también haya contribuido a que se incline hacia el surrealismo. Un artista necesita ser un vigilante: debe poseer la paciencia que lo haga capaz de soportar la soledad mientras se enfrenta al lienzo. Y no sentir presiones, para crear libremente, y pintar, por ejemplo, una escena orgiástica y monstruos marinos en un barco. La suya parece la vida de alguien que se sabe solitario, alerta por profesión e introvertido por naturaleza, alguien que alguna vez encontró la forma de sentirse integrado y comunicativo a través del pincel. Quizá por eso antepone la pintura: no tiene novia (“lo mucho que me ha durado una chica es un día”), ni tiene agua en su casa-taller del pasaje Olaya, en Lima (“cada domingo subo dos baldes de agua y en el trabajo hay ducha”), ni usa celular (“no me gusta distraerme”).

“Este pintor apasionado, que pinta en las condiciones más precarias, hace rememorar las dificultades que tantos creadores han tenido que vencer para llevar adelante su obra […] Salazar nos envuelve en una vorágine de acontecimientos, que van de lo apoteósico a lo catastrófico […] siempre enriquecidas con un poderoso contenido inconsciente”, ha escrito el psiquiatra Mariano Querol en el texto de la muestra.

Si no hubiera sido por el premio, Salazar seguiría igual: durmiendo apenas cuatro horas, yendo a la Escuela de Bellas Artes en las mañanas y en las noches a la fábrica de Santa Anita. Pero llegó el premio en octubre y ahora la exposición. “La fama uno la hace, pero no sé si será para toda la vida. Warhol dijo que toda persona merece 15 minutos de fama. Hay que saber aprovecharla”, dice.

“Es la primera vez que un concurso ha golpeado tanto el ambiente limeño. La cuestión es seguir. Necesita más mundo y depurar algunas cosas. Pero le veo mucho talento y va a destacar en el futuro”, dice Venancio Shinki, miembro del jurado del concurso que, en su tiempo, él también ganó. Artistas jóvenes como Fito Espinoza y Jaime Higa encontraron en este certamen la oportunidad de mostrar su obra en una individual financiada por el Icpna.

–Eso era lo que quería: que mi mamá viera algún día que soy alguien. Vivir del arte es difícil, quizá llegue una época que la haga y venda cuadros, pero dejar el trabajo…

–¿Dejarías la vigilancia? –le pregunto.

–No, creo que allí está la inspiración –dice Salazar y se queda en silencio, ubicándose otra vez en el anonimato.


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